lunes, 28 de febrero de 2011

Cagliari, la capital de Cerdeña, playa. historia y gastronomía

cagliari
Una de las ciudades más antiguas de la región atrae por su cocina, playas y el espíritu bohemio




Hay lugares que a primera vista deslumbran por su belleza. Otros que se muestra con timidez, escondidos detrás de muros que enmarcan la evidencia de un desarrollo urbano apurado. En lugares así el viajero se enfrenta a la tarea de buscar y de dejarse ayudar por los nativos en su exploración.

En Cagliari, la capital de la isla de Cerdeña esta búsqueda está repleta de sorpresas. Bañada por las brisas del Mistral, es una de las más antiguas del mediterráneo. Desde que los fenicios quedaron fascinados con el azul de sus costas, el verde de sus limoneros y la fragancia que dejan en el aire el tomillo y la lavanda silvestre, hay que decir que los turistas no paran de visitar este encantador rincón italiano.
Llegan hasta aquí abordando los vuelos de las líneas aéreas económicas que viajan desde Europa. De hecho, parecería que han sustituido a los antiguos invasores, bizantinos, romanos, moros, aragoneses, catalanes, pisanos y piemonteses. Ante éstos los nativos sardos presentan ahora orgullosamente su rica cultura enmarcada en la belleza de su isla, principalmente.
Aprovechando una de estas gangas aéreas visité Cagliari a comienzos de la primavera. Mi viaje de exploración estuvo repleto de encuentros familiares y de agradables sorpresas. Las calles estrechas y llenas de gentes me recordaron el ambiente bullicioso del Viejo San Juan. En esta ocasión fue el Mediterráneo, y no el Atlántico, el que acentuaba el perfil citadino.
La vida en Cagliari, cuyo nombre antiguo “Karalis” significa ciudad rocosa, transcurre en torno a su litoral, frente al agua, a su puerto, a su costa y a las lagunas salinas y naturales repletas de flamencos que la rodean.
Su geografía llena de colinas no es fácil de caminar pero como premio regala desde las alturas hermosas vistas marinas y un contorno repleto de campanarios.
Mi exploración del “centro storico” la inicié desde la puerta Bastione St. Remy , una terraza en las alturas de este casco antiguo amurallado y adornado de frondosos arbustos de laurel rosa. Desde las calles de este barrio “Castello” quiero bajar lentamente en dirección al puerto.

En la cima de Cagliari me encontré con la Citadella dei Musei, un complejo cultural que reúne el Museo Arquelógico y la Pinacoteca Nacional, lugares donde mejor se aprecia el paso de las diversas culturas, nurágicas, fenicias, bizantinas y romanas, que han existido en esta isla. El anfiteatro romano, la basílica bizantina de San Saturnino, la murallas con sus bastiones militares o las altas Torre dell’Elefante o de San Pancrazio anexan esta historia en el Castello.
En la bajada al puerto la modernidad viene a mi encuentro. El ambiente mediterráneo y mercantil de la Via Corso Vittorio recuerda el trajín comercial de un Río Piedras con ‘flair’ italiano. Aunque Cagliari carece del lujo de las grandes capitales italianas, la pasión que muestran sus gentes por la moda y el buen comer no se queda atrás. Las más de veinte iglesias que se levantan en su pequeño casco antiguo muestran también su histórica religiosidad.
El laberinto de callejones del centro histórico hacen que me pierda, pero me brinda también una excusa para conversar con los cagliaritanos. Su carácter amigable y sencillo me hacen sentir como en mi propia isla y me regala el mejor recuerdo del viaje. La charla se convierte en una reveladora sesión de recomendaciones sobre dónde comer, qué comprar y donde pasarla bien en los pocos días que estaré en Cagliari.
Cocina sarda
El protagonismo de la cocina sarda, rica en pescados y mariscos, aumenta al acercarme al puerto. Ni hablar de mi apetito. En Vía Sardegna se multiplican las trattorias tradicionales como la Lillicu en donde la guitarra y la voz del simpático mesero Jean Paulo introduce los deliciosos sabores del atún y del pulpo fresco, o de la salsiccia sarda, y del queso de cabra que aquí se sirven. Una mención especial merecen los precios económicos que exhiben los menús.
Ante el generoso plato de antipasti que me sirven junto con el pane Carasau (un pan tipo galleta para mojar en aceite de oliva) decido pasarme directamente a probar las cebadas con miel de eucalipto (pastelillos de queso blanco sardo bañados en miel), uno de los muchos postres típicos y luego de terminar mi almuerzo con un licor de mirto rosso bien frío, el digestivo tradicional de la isla. Mi descenso al puerto concluye espectacularmente en la Vía Roma y en su largo paseo de arcadas y edificios del siglo 19 en donde se encuentran lujosas tiendas y pintorescos cafés y puestos de prensa internacional. Las mesas de los cafés y heladerías invitan a tomarse un capuccino mientras se observa el trajín de gentes, de autos y de barcos frente al puerto.
Quien haya visitado ciudades italianas sabe lo mucho que puede agotar el barullo que se vive en sus calles. En Cagliari la playa del Poetto a unos diez minutos del centro, (autobuses PF y PQ), ofrece el refugio perfecto.


Los cagliaritanos no pierden ocasión para pasearse por su playa y los “bed & breakfast”, clubes de vela y bares playeros que aquí se encuentran atraen a un público joven e internacional que mezcla armoniosamente con las familias cagliaritanas. La brisa suave del mistral, el eco del reggae de los chiringuitos playeros y el turquesa oscuro de las aguas del mar me invitan a terminar aquí mi paseo por Cagliari. Mañana habrá tiempo de sobra para continuar.
Lugares de interés

• Museo arquelógico nacional

• Pinacoteca nacional

• Anfiteatro romano

• Iglesia de San Saturnino, del siglo 5 y la más antigua


• Il Guetto, centro nacional de arte y cultura de Cagliari

• Playa Poetto, casi cinco millas de litoral playero

• Sapori di Sardegna -tienda de productos típicos sardos- Vico dei Mille 1,
www.saporidisardegna.com

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